jueves, 9 de mayo de 2013

The waits.

La anciana hizo alzar la voz, que rugió como dos débiles cascabeles entre la vastedad de sentimientos, en cuyos colores primarios reinaba la palidez, y en las adornadas piedras que ilustraban nombres que yacían en el olvido.
-Hola, querido. Mira quien ha venido conmigo hoy-murmuró mientras giraba su rostro en el que caía dos alas negras de cisne barato y despeinado.-Es nuestra nieta Elena, y parece un poco triste...

La brisa mañanera trajo el olor a jazmín que provenía del abrigo de tercio piel de Elena. Sus dos grandes ojeras mostraban los días de intensidad de sentimientos, y su corazón parecía estar enterrado en aquel cementerio. Hizo notar su presencia agarrando el brazo de la abuela mientras echaba una nefasta mirada a la tumba de su abuelo.

-Abuela, ¿que tal fue la vida con abuelo?-preguntó Elena queriendo disiparse en aquel momento del presente.
-Ay, mi niña, hubo de todo, pero sobretodo, muchas esperas.
Elena perfiló su rostro y entornó la mirada hacia las arrugas sabias de su acompañante.
-¿Qué quieres decir con esperas?
-Pues que desde pequeños nos convencemos a nosotros mismos que la vida después será mejor.
-¿Después? ¿después de qué, abuela?
-¿Tú crees que cuando termines el instituto y entres en una carrera serás más feliz que ahora? ¿Verdad?
-Si, eso creo. Pero no entiendo lo que me quieres decir.
-Verás-comenzó con una sonrisa como si volviese a revivir decenas de recuerdos- yo me casé convencida de que por fin, iba a encontrar la felicidad, pero luego decidí esperar, hasta tener mi propia casa, luego hasta tener mis hijos, y después hasta que mis hijos se hicieses mayores. Convencida de que cada uno de esos deseos era la único que me faltaba para ser feliz, y de esta forma, la vida pasa ante tus ojos esperando el tren de la felicidad, que nunca llega.
-Entonces, ¿te arrepientes de haberte casado y de tener hijos?-preguntó Elena con tono culpable.
-No, no, no-contestó veloz.- De haberme casado y de tener hijos no. De lo único que me arrepiento es de no haber sabido vivir más intensamente cada uno de esos momentos, y de haberme entristecido-acarició el rostro de su nieta con dulzura-por tonterias.
-Entonces, ¿nunca fuiste feliz?
-Claro que si, mi niña. Hubieron momentos de felicidad, pero me perdí otros muchos por no saber reconocerlos.-La mujer posó la lápida de su marido con una sonrisa en su rostro, consumido por la vejez.-¿Sabes  lo que he aprendido después de todos estos años?
-¿El qué, abuela?
-Que la felicidad no llega cuando conseguimos lo que deseamos, sino cuando sabemos disfrutar de lo que tenemos-su voz era firme, y ligera.- No soñando con el mañana y viviendo el hoy. Elena, atesora cada momento de tu vida, y recuerda que el tiempo, no espera por nadie. Trabaja como si no necesitases dinero, ama como si nunca te hubieran herido, y baila como si nadie te estuviera viendo. Ya que no hay mejor momento para la felicidad que justamente este.-Una sonrisa apareció en su rostro.- Si no es ahora, ¿cuando, mi niña?

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2 comentarios:

  1. Que buenísima reflexión incluso me ha servido a mí ahora mismo que me dolía la cabeza de darle tantas vueltas a un asunto en particular. Que alegría que escribieras una nueva entrada (aunque no me lo comentaste ejem ejem)
    Que vivan los abuelos que, con su sabiduría, nos hace ver que los problemas no son tan grandes como parecen serlo.

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    1. jajajajajajajajajajajajaja, te lo he comentado ahora mismo jajajajajajajaja. Muchas gracias por leerlo :)

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