sábado, 6 de diciembre de 2014

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La chica de la ventana de enfrente se levantaba siempre a las seis de la mañana para hacer la comida e irse a trabajar. La luz de su cocina me desvelaba una hora antes del sonido rutinario de mi despertador. A pesar de ser una vecina un tanto ruidosa no recuerdo haberme quejado alguna vez de ella, es más, no me disgustaba despertarme si eso significaba mostrar algo de burla al tiempo. Creo que aquella canija era mi estrategia para no pensar en lo buena bailarina que era y la vida tan arritmia que tenía. Además, me gustaba que mis vecinos tuviesen señales de vida y ésta almorzaba siempre con Elvis de fondo, aunque cambiaba de canción cada vez que tocaba Heartbreak Hotel.

La chica podría tener un par de años más que yo, y aunque sabía poco de su vida tenía una cara de punto y coma que no podía con ella. Parecía triste por algo siempre, aunque jamás la vi llorar, y creo que todo el mundo podía sospechar el punto que ponía cada noche al irse a dormir, esperando que se comiese todo lo que había vivido.
Me levanté de la cama y miré al espejo del baño: vaya cara de puntos y seguidos tenía. Asustada, me duché en cuatro minutos y cogí maquillaje y rímel negro para ver si podía cambiar a otro signo, pero no pude nublar mi vista.
Me senté en el váter: "cómo puedo tener esta cara si tengo todo lo que quiero" me decía una y otra vez. Sin obtener respuesta, canté alguna que otra canción de Loquillo, me puse el vestido negro de todos los martes y le añadí un colgante griego; arreglé mi pelo y me senté en el sillón a leer.
Mi vecina salía del portal a la vez que yo pasé la página treinta y tres. Abrió la puerta de su coche, se pintó los labios y arrancó.
Página treinta y cuatro, mi despertador sonó: las siete de la mañana. Miré a la derecha y me vi reflejada en un cenicero rojo que estaba en el centro de la mesa. Silencio. Pasan los minutos y ni sabía en qué estaba pensando. Arrugué el entrecejo:
-Pero si yo no fumo.

Dos semanas después la luz del cuarto de baño de la vecina me desveló. Eran las cuatro de la mañana y me quedé adivinando qué había comido aquella mujer la noche anterior para que esté tanto tiempo allí metida. Dos minutos después oí unas llaves, e, increíblemente asombrada del parecido que tenía a mi abuela, me fui a la puerta con la bata puesta.
Miré por la mirilla, la vi salir, y abrí mi puerta. Ella se quedó mirándome, no sé qué pensaría sobre mi en aquel instante, pero sonrió y me dijo:
-Y que sigamos despiertas...

Fue la última vez que la vi, y aún pienso que sonó más a metáfora que afirmación. Además, llevaba una cara de punto y aparte que parecía haber robado toda la nieve que no cayó en ese invierno.


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1 comentario:

  1. "Además, llevaba una cara de punto y aparte que parecía haber robado toda la nieve que no cayó en ese invierno."

    Muy bueno, Elena. :D

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