miércoles, 13 de marzo de 2013

Querida sombra, no me abandones.

Las lágrimas saladas difuminan la sonrisa que días atrás había expuesto a la luz. El interior amargo expone sus sentimientos más opacos y melancólicos. El alma bosteza sin querer elevar los párpados hacia mi realidad cegadora, triste, rabiosa...
La impotencia recorre los hilos de la coherencia, obligándome a tener la certeza del error. El vapor de la habitación inunda mis ojos, el agua cálida comienza a entumecer mi cuerpo que parece acompañar la actitud frágil de mi desnudo espíritu.
Aprieto las rodillas sobre mi pecho haciendo notar mi presencia. El grito de desesperación resonó entre en silencio con la intención de hacerle girar el rostro al sereno rey, que ahora yacen sus recuerdos en las cicatrices de mi espalda. Dirijo la mirada hacia el desagüe logrando distinguir mis lágrimas negras entre la vastedad de sentimientos dominados por la melancolía.

Me quedo débil, desnuda, eclipsada, mostrando mi tristeza a la soledad.
Y entre lágrimas oscuras, acuno mi sombra temiendo a su abandono tras volver a regresar a la oscuridad.






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