domingo, 23 de noviembre de 2014

Polvo no enamorado.

Me hubiera gustado saber dónde me encontraba aquella noche. Me desperté con vaho en mis ojos en una habitación sin armario, sin libros ni siquiera folios; solo estaba la cama en la que había dormido no sé cuántas horas, una ventana y el envoltorio de una pizza vegetariana casi entera.
Sin embargo, nunca lo descubriré. Solo sé que no eras tú la que estaba durmiendo a mi lado. La respiración de aquella mujer rubia y en sujetador no era la tuya. El colchón cómodo y sin edredón tampoco era el tuyo. Aquel olor de la almohada no era la colonia con la que me abrazabas. “Aunque para qué mentir, yo tampoco era tuya”-dije mintiéndome.

Bostecé un par de veces, me levanté y me puse un jersey que no era el mío. Antes de coger un trozo de pizza y salir por aquella puerta, miré a la rubia del sujetador de lunares pensativa e ingenua. “Espero no haberle atracado el corazón y que ni siquiera me acuerde” me dije. Aunque me consoló pensar que tan sólo le había robado las bragas.
Bajé a la calle y el vaho de mis ojos se condensó en el aire. Hacía mucho frío y solo había gatos bajo las farolas. Caminé despacio para pensar más tranquila, pero tras doblar la esquina me senté en el bordillo de la carretera, miré las estrellas y lloré.

-No quiero morir triste-me ahogué entre mi súplica y los mocos.-Por favor, no quiero…

Me comí el trozo de pizza lleno de lágrimas y divisé a un gato gris y hambriento que miraba mi comida en la otra acera. Sonreí sin querer.

-Gato-susurré mordiéndome el labio para hacer una llave de judo al corazón,- la curiosidad no te va a matar, va a ser el amor.

Esa noche había más cenizas que Fénix.

2 comentarios: